HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

sábado, 18 de febrero de 2017

CONTAR LO QUE PASÓ O SILENCIAR LO QUE PASÓ.


      Por Ricardo Roa/Clarín.- Estamos empezando a discutir nuestro pasado. A rescatar la complejidad de años terribles para entender qué nos pasó y por qué nos pasó. Mirar atrás para recordar. No para quedarse en el atrás. No faltan voces estalinistas como la de la ex ministra y ahora diputada Nilda Garré que quiere prohibir por ley la discusión sobre los 70. Propone modificar el código penal y sancionar con “prisión de seis meses a dos años” a “quien públicamente negara, minimizara, justificara y/o aprobara cualquier forma de genocidio o crímenes contra la humanidad”. Castigar aquí como en países de Europa castigan el negacionismo, en especial el del Holocausto. El proyecto de Garré vio luz en simultáneo con la muerte del filósofo Tzvetan Todorov, un defensor del diálogo, de los encuentros entre los que difieren, de la democracia y de la verdad. Había nacido en Bulgaria y vivía en París, donde llegó huyendo del totalitarismo. Militante contra las dictaduras y a la vez crítico de los crímenes cometidos en nombre de la utopía revolucionaria, Todorov estuvo en Buenos Aires y fue capaz de comprender y poner sobre el papel el drama de la Argentina en los 70. Su distancia le permitió ver lo que muchos argentinos no podemos ver o no queremos ver.
Después de recorrer la ex ESMA y el Parque de la Memoria escribió que “en ninguno de los dos lugares vi el menor signo que remitiese al contexto en el cual en l976 se instaló la Dictadura”. Aquel golpe no brotó por generación espontánea. Llegó precedido de una violencia que era casi sinónimo de la política. Y no puede ser entendido sin incorporar esa crisis. PUBLICIDAD inRead invented by Teads Todorov condena el terror que se implementó como política de Estado. Pero dice: “la cuestión que me preocupa es la de la comprensión histórica. Una sociedad necesita conocer la historia no solamente tener memoria. La memoria colectiva es subjetiva...la historia no se hace con un objetivo político (o si no, es una mala historia) sino con la verdad y la justicia...” En su último ensayo, Insumisos, retrata personajes que supieron oponerse al poder. Y que fueron ejemplo de su propia vida. Desde Mandela y combatientes contra el nazismo hasta Edward Snowden. 


Entre ellos pudo haber estado Héctor Leis, que fue primero militante comunista, luego peronista y montonero. Supo encarnar lo mejor de su generación: el coraje y el compromiso. Y supo desmitificar lo peor de su generación: la fantasía de que la violencia era el vector de la revolución. Leis fue un intelectual puro en tiempo de intelectuales alquilados que hicieron como funcionarios lo que condenaban como militantes: aceptar la corrupción o contemplar pasivamente la corrupción. Denunció a los Kirchner por usar los 70 para legitimarse y reescribir la tragedia de esa generación en términos épicos: una epopeya de militantes contra genocidas. De paso y finalmente se enriquecían. Como siempre el punto son los hechos. Contar lo que pasó tal como pasó y poner eso que pasó en su contexto. Abrir la discusión y no cerrarla como pretende Garré.

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