HANNAH ARENDT

En 1951, Hannah Arendt escribió: "El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir".

martes, 11 de diciembre de 2012

LA NECESIDAD KIRCHNERISTA DEL ENEMIGO PERMANENTE

Por Griselda Baldata (Exdiputada nacional por la Coalición Cívica)/La Voz.- En los últimos dos años, el gobierno de Cristina Fernández ha puesto toda su energía e invertido millones de pesos de las arcas públicas en la lucha con el Grupo Clarín. Desde que Néstor Kirchner asumió la administración general del país en 2003, la estrategia de acumulación política y económica fue su mayor desvelo. Elaboró entonces diferentes tácticas que le permitieran alcanzar aquel objetivo. Una de ellas fue la conformación de una transversalidad política que pretendió liderar, acumulando por izquierda, y a la vez presidir el Partido Justicialista, con su brazo sindical incluido.
El posicionamiento del Estado frente a los derechos humanos, la reivindicación de las organizaciones vinculadas a ellos, como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y la nueva conformación de la Corte Suprema de Justicia le dieron la legitimidad que no tuvo de origen (accedió al poder con el 22 por ciento de los votos) y que le permitió caminar su consolidación con el acompañamiento de una sociedad que volvió a tener esperanzas y expectativas. La otra fue encontrar enemigos, reales o ficticios, pero que en el imaginario colectivo tuvieran fuerte impacto. Desempolvar proyectos como la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final, presentado por dirigentes de la oposición, y habilitar los juicios a los responsables de los delitos de lesa humanidad. A esto se agregaron acciones simbólicas, pero igualmente simpáticas: descolgar las fotos de los dictadores del Colegio Militar y el fuerte discurso en contra de las políticas neoliberales aplicadas en la década de 1990, responsables de muchos de los males argentinos, fueron funcionales a su estrategia, pero no lo suficiente. Era necesario más y encontrar nuevos enemigos. Efecto seguro. El fuerte discurso en contra de la dictadura militar y las políticas neoliberales logró calar hondo en el imaginario popular. Lo primero, por ser responsables de la etapa más triste, negra y dolorosa de los últimos tiempos. Lo segundo, por haber dañado, detenido y frustrado el desarrollo de un país con una enorme y heterogénea potencialidad, que desencadenó en la crisis de 2001. El gobierno de Néstor Kirchner encontró, por cierto, el enemigo ideal y supo sacar provecho de ello. Luego fue el conflicto con el campo, la aplicación de la resolución 125 y la elaboración de un relato que ya no fue tan fácil conciliar: la Mesa de Enlace, la oposición y los autoconvocados que salieron a la ruta ameritaron un discurso oficial con una terminología cínica, vetusta y fuera de la realidad. Cualquier chacarero de poca tierra o de vacas flacas fue tildado de oligarca conservador; cualquier dirigente de la oposición fue de derecha y vendepatria. Cualquier periodista objetivo y contestatario fue “empleado de Clarín”. Nueva estrategia. Pero los resultados electorales de 2009 indicaron que era necesaria una nueva estrategia. Modificar la política comunicacional fue la opción. El nuevo cerebro mediático del kirchnerismo fue el otrora opositor Diego Gvirtz, con 6-7-8 en la TV Pública, Duro de Domar y TVR en el amigo canal 9, más la creación de Fútbol para Todos (pantalla de propaganda oficialista), la distribución de la pauta oficial favoreciendo de manera descarada e ilegal a los medios funcionales, como Tiempo Argentino , Página/12 y la revista Veintitrés , entre otros. Sumado a ello, intelectuales de Carta Abierta oficiando de periodistas militantes y artistas populares llorando emocionados en cada acto de la Casa de Gobierno cerraban el combo de manera aceptable. La “corpo golpista”, calificativo que le han endosado al Grupo Clarín, se convirtió en el enemigo principal y se hizo de ello una cuestión de Estado. En los últimos dos años de su administración, el gobierno de Cristina Fernández ha puesto toda su energía e invertido millones de pesos de las arcas públicas en esa lucha. La falta de infraestructura vial y ferroviaria; el déficit habitacional que crece de manera exponencial; la falta de inversión en materia energética; la inflación que devora el salario; los niveles de pobreza que no disminuyen; los malos resultados obtenidos en el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (Pisa, por sus siglas en inglés); el aumento de ingreso, producción, comercialización y consumo de estupefacientes; la violencia en las relaciones interpersonales, con niveles de agresividad y perversidad inimaginables, no parecen estar en la agenda del actual gobierno. Lo central es vencer al enemigo, aunque sea imaginario.

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